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GT Wake Open 2018

Cómo sabes si estás realmente conectado?

Para variar, entre las 5 y 6 de la mañana ya estoy en pie, y en camino a trabajar. La inquieta oscuridad, me propone esta clase de preguntas mientras manejo. Son un tanto existenciales, aunque me entretiene resolver estas dudas en las horas que me quedan para llegar.

Estoy en camino a Rapel, hoy me toca hacer cobertura de un campeonato de Wakeboard. Fue un poco imprevista esta llamada, tenía solo considerado hacer cobertura de la final nacional en dos semanas más. Aún así, siempre agradezco que me llamen. Mantienen las inquietudes de mi mente, en busca de respuestas. O me ayuda a confirmarlas?

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SIGUE VIAJANDO

No he llegado a una respuesta concreta. Me es difícil determinar cómo es que uno está realmente conectado a otra persona, o a uno mismo. Claramente, hay señales que se van dejando en el camino, no solo a través de lo escrito o hablado, sino también, mediante las acciones. Todo, transmite un mensaje.

Algo inconfortable de este pequeño viaje, y que me tiene un tanto estresado, es saber que tengo la licencia vencida hace casi un año. Si no es para moverme entre regiones, generalmente, no ando en auto, por esto, no me había percatado hasta que mi hermano me lo dijo hace unas semanas. Para mi suerte, no hubo controles en mi camino hasta el muelle flotante, donde estoy esperando que me pasen a buscar.

Rapel, tiene ese algo especial que busco al momento de fotografiar. Es un lugar relativamente tranquilo, en donde las olas formadas por las lanchas que pasan, mantienen vivo el ambiente. Te transmite una cierta paz, y a la vez, una energía con la cual me dan ganas de tirarme de cabeza al agua. Me deja entender cual es su propósito: Unir.

Llega la lancha.

No es la primera vez que vengo a este lago. Y dudo que sea la última. Me gusta verlo amanecer. Ver salir el sol, el cual, hace levantarse una pequeña bruma sobre la tierra húmeda por el rocío de la noche, como si lograra descargar ese peso que llevan las hojas de los árboles encima. Sin embargo, hoy está nublado, la luz es pareja, el agua está aún tranquila, ese peso, no se levanta. Extraño.

La mayoría de los competidores ya están en las balsas de la organización, esperando sus respectivos turnos para competir en las rondas de eliminación. La lancha de competencia hace un barrido de la cancha, limpiando cualquier ola que pueda estorbar durante las mangas.

Llegan las olas a la balsa. Todo se sacude, algo pasa. El aire cambia, una leve ansiedad recorre la zona de espera, junto a eso, el palpitante frío de esta mañana me recorre la espalda, como si tratara de recordarme algo.

Cómo sacarle provecho a las condiciones actuales? Ese es el único detalle de los días nublados. Para un ojo no entrenado, la luz no cambia desde el amanecer, hasta que todo queda envuelto en una suave oscuridad. Es por eso que hace un tiempo he comenzado a trabajar con “largas exposiciones”, buscando otras formas de mostrar la belleza del mensaje del movimiento.

Las primeras mangas de competencia, se llevan con una calma peculiar, sin mucho ajetreo por parte del público, con miradas de concentración. Nadie dice mucho, y a la vez siento que gritan, buscando un lugar dentro de las finales.

Me toca sumergirme, y dejar que el agua tome forma alrededor mío. Al mismo tiempo que estoy pronto a saltar, el sol comienza a mostrarse, haciendo crecer un espacio de claridad entre esa bruma que no se levantó. En ese punto intermedio, donde la calidez del sol, y la frescura del agua se unen, la encuentro. Encuentro esa tranquilidad que me brinda el agua, sin embargo, tiene un sabor agrio.

Junto con la salida del sol, lo ánimos del público aumentan. La pequeña isla está casi rodeada de barcos, la cerveza corre a destajo, las hamburguesas sacian los cuerpos que demandan energía, todo esto, mientras la música electrónica pegada del DJ suena de fondo. Más de un rider, después me diría que la música los terminó dejando mareados. El bit fue uno solo, todo el día.

Dando paso a las rondas de finales de este campeonato, con un público ya entrado en calor y eufórico, los barcos se repletan para ver a los mejores exponentes del Wakeboard nacional. Sin guardarse ninguna acrobacia bajo la manga, tanto los pequeños corredores, como los adultos, realizan un show digno de contemplar en vivo y en directo. Van tan allá con sus intenciones de impresionar, que José Boisset jugando para la cámara casi se cae, y Tente Cárcamo casi me arranca la cámara de las manos, al saltar por encima de la proa de la lancha en la que me encontraba, dejándonos a quienes estábamos a bordo, un tanto nerviosos.

Ya sentado en el auto, revisando las fotos de la premiación, casi digna de una Fórmula 1, donde lo único que faltaron fueron los fuegos artificiales, me doy cuenta cómo la unión entre el ser humano y el agua, se repite una y otra vez, sea cual sea el sabor de esta, dulce o salada, o el tamaño de la tabla. 

Apagando mi cámara, y antes de volver a mi casa con el mismo nerviosismo de la mañana, miro una vez más el lago, esperando una respuesta a mi pregunta. Y mientras siento como el sol se pone a mi espalda, tiñiendo de un último aliento de calor las colinas cercanas, me quedo de brazos cruzados, con como única respuesta, el claqueteo de las ocasionales olas chocando contra el muelle. Por dentro, creo que la sé. El agua me lo hizo sentir al saltar. 

Enciendo el motor. 

Un abrazo a todos! Nos vemos en el camino ;)